12. Fin de Acto
Tiempo después a Jean Páris todavía le costaba mucho aceptar el contenido leído, no se diga el digerirlo o asimilarlo. Lo primero que se transformó en su carácter fue cambiar su manera de dirigirse con los de casa, volviéndose más frío. La señora Alcira, si llegó a notar el cambio, nunca lo mencionó. De la abuela, nada se sabría aunque quisiera, encerrada como estaba dentro de la gran bóveda celeste de su propia cabeza.
Jean Páris empezó a investigar del tema de México 68 de manera inmediata e intensiva a través de NetNet, y lo hizo con tanta furia, que incluso llegó un momento en que se preguntó si no sería conveniente ir con un especialista. Su interés se convirtió en una obsesión opresiva de querer entender más y más del asunto de Tlatelolco, pero adónde llegó antes, de manera inadvertida, fue a su propio punto de saturación.
El interés se convirtió en rechazo.
Anduvo a la deriva un tiempo cuando descubrió en él un gusto por conocer la historia del siglo pasado de manera más general y más profunda.
Respecto a Emilio y Alex, Páris se sintió totalmente confundido y le costó trabajo pensar en sí mismo como un ser humano con posibilidades de entender hasta las más simples relaciones familiares normales. Si es que existía un sesgo dentro de él del concepto «familia», todo se resquebrajó hasta desaparecer de su vista, como una flor marchita que se pulveriza hasta confundirse con el polvo que la rodea.
Páris empezó por negar concienzudamente al concepto de apellido tanto, que prefería que lo conocieran sólo por su nombre de pila y sólo a regañadientes decía su apellido.
Se creía tan distanciado del género humano que prácticamente se recluyó en temas de sociedad, literatura e historia. Pero su distanciamiento no le duró mucho. A la primera oportunidad que escuchó de la PoliU empezó a definir su rumbo.
Encontrándose en la decisión, no tardó en irse de su casa para seguir su destino, queriéndose alejar, en parte, de todo y de todos.
En la travesía camino a la Conquista, enmedio de sus libros y cuadernos, lo acompañó una vieja carpeta negra con arillos de plástico blancos contrastando con sus pastas negras.
Así fue como llegó un día a Technotitlan, capital infinita de los technotecas.
Y quedó deslumbrado.
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Me da gusto ser el primero que manda un comentario, veo que te han visitado 159 personas, exito y comunicate
Eco
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