Novela Technotitlan: Año Cero (primera parte)

Esta es la primera parte de la novela de Technotitlan: Año Cero. Consta de 14 capítulos. Después de acabar esta primera parte, favor de recordar que son cuatro partes. Se publicó en Internet por primera vez en 1998. Se publicó impresa en edición de autor en 1999. Aquí está de nuevo.

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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Monday, October 02, 2006

7. Acción



2 de septiembre de 1968

QUERIDA MADRE:

En serio que qué semana tan movida. En estos días han pasado muchas cosas. Jefa, tú sabes que yo no soy comunista y se lo he dicho a Alex una y otra vez. Yo no soy de grupo político alguno y quiero seguir así.
Yo lo que quiero es hacer cine. Eso es lo que me gusta y es todo.
Pero una vez me tocó leer una frase de un gringo en cuestión, Thomas Paine (no es que yo sea gringófilo, menos en estos tiempos, pero no me ciego y sé que ellos han hecho cada tontería y, sobre todo, en los últimos veinte años que se han equivocado de todo a todo, ahí está Viet-Nam, pero en fin).
Bueno, te decía que este gringo escribió hace casi doscientos años una frase que me resuena en la mente: «Estos son los tiempos que ponen a prueba el alma de los hombres…»
Y creéme que así me siento. Estos son tiempos que nos hacen vivir. En todas parte vemos camaradas. En todas partes vemos amigos. En todas partes, en las manifestaciones, en las brigadas, en el día, en las noches. Se siente que estos son tiempos importantes. Tiempos diferentes.
Me imagino, y eso lo he sabido por lo que he leído, que nadie percibe en su totalidad los momentos que se están viviendo, históricamente hablando. Y no recuerdo o no he leído de un momento del México actual en los últimos cuarenta años, en que tanta tinta se haya escrito de lo que vivimos en la actualidad.
La sociedad la formamos nosotros. Tenemos un gobierno que decidimos nosotros.
Sí, así es como debiera ser. Pero no lo es.
Creo que la mayoría de los mexicanos tenemos grandes esperanzas por salir de todo esto. No, jefa, no es un esfuerzo que se pueda medir de algún modo.
Pero al menos se respira libertad. Al fin hemos conseguido que el gobierno se vea tal cual es: corrupto, viejo, decrépito. A punto de morir o de que le den la puntilla. Lo que creo es que no será por la fuerza y dudo que haya un derramamiento de sangre.
No puede haberlo. El ejército es parte de nosotros. Es parte de nuestro pueblo. Somos paisanos. No, no debo de fantasear, quizá no lo sepan o quizá no quieran saberlo.
Hay que tomar en cuenta Checoslovaquia estos últimos días. Cuando empezó la invasión, su ejército estuvo al menos con su gente y no colaboró con las fuerzas del Pacto de Varsovia. Eso debe de contar para lo que digo. El ejército también es pueblo, ¿no? Es gente.
El pueblo. La gente.
Nos volvimos a reunir en masa, jefa. Yo nunca había visto tanto. Eran, éramos más bien, demasiados.
¿Sabes cuantas gentes son cuatrocientas mil personas? Son muchas, es más gente que Tampico, más gente que Veracruz, más que la mitad de la población de Monterrey. Y todos juntos teníamos el mismo pensamiento.
Gobierno, estamos hartos.
Mejor con mayúsculas: GOBIERNO, ESTAMOS HARTOS.
Quizá si le agregáramos signos de admiración: ¡¡¡GOBIERNO, ESTAMOS HARTOS!!!

Es gracioso como cambia un signo el sentido de una frase, de una oración. De ser sólo un comentario, un lamento, ponerle signos de admiración lo vuelve un desafío, un grito de guerra. Un grito profundo que viene desde el fondo de las entrañas...
Ya estoy desvariando. Pero quisiera que lo que escribo sea tomado como cierto. Te lo reitero una vez más, jefa. Están ocurriendo momentos grandes alrededor de nosotros. Y no es la Olimpiada solamente, no.
Desde Antropología hasta el Zócalo. Todo, todo Reforma; todo, todo Juárez; la Alameda y luego el Zócalo. Más de cuatro horas marchando. La gente entraba y entraba y se acomodaba. La plaza más grande del mundo y era nuestra. Aunque por poco tiempo si me es preciso decir.
Pero antes, ¿qué te puedo decir? ¿De qué te puedo hablar?
¿De la alegría que vi en los rostros de todos? ¿Del nudo en la garganta que les sucedió a muchos cuando se dieron cuenta de dónde estaban y de qué estaban haciendo allí? Puras emociones diversas entre todos los que allí andábamos.
Es más, hasta ira tuvimos cuando nos dimos cuenta que uno de los lidercillos, uno que se llama Sócrates, emocionó a la gente conque «debía de haber un plantón permanente hasta que GDO nos hiciera caso». Y la fecha (28 de agosto) según esto, era propicia ya que se venía lo del informe de gobierno para el primero de septiembre.
A todos nos pareció una provocación obvia, sinceramente. Todos creíamos que eso era como querértele poner enfrente del perro bravo amarrado a la cadena, porque sabías que éste era de los bravos y hasta con rabia. La bronca era que aunque sabías que el perro estaba con cadena, nunca se te ocurrió preguntar o averiguar qué tan larga estaba la mencionada cadena.
Pues la cadena estaba muy larga y el pinche perro alcanzó a algunos. Y los mordió. El pinche perro.
Una onda es hacer pintas, otra hacer mítines, otra decir la verdad. Pero exponer a personas civiles desarmadas con soldados y tanquetas, bueno, como que no. Pues que todos nos molestamos con el mencionado Sócrates porque nadie había convenido en eso dentro del CNH.
La bandera de repente apareció rojinegra en el asta. Algunos aplaudieron. Yo nunca supe si fuimos nosotros mismos o provocadores o infiltrados.
La provocación, pues, bastó para que salieran de palacio los mencionados soldados y tanquetas. Por supuesto, a correr. En ese momento yo ya no estaba allí pero me platicaron.
Yo ya andaba de regreso con Alex, Aurora e Isabel, otra chava que estudiaba Economía.
Pues nada, que me platicaron que al día siguiente llevaron un chorro de burócratas a desacralizar el Zócalo. Desacralizarlo, imagínate que rollo. Como si nada más fuera de ellos.
Cuentan también que al quitar la bandera rojinegra intentaron poner la bandera mexicana a toda asta y ya te imaginarás también, que se les atora al llegar a la mitad. Media asta, un simbolismo que ni mandado hacer.
Te comenté en las líneas de arriba lo de Checoslovaquia. No sabes cómo se puso triste más de uno y de una.
Ya te platiqué que sí hay comunismo aquí en las universidades, y que no te debes de asustar, son gente como uno, pero eso sí, es un rollo mucho menor de lo que se piensa.
Y bueno, es que hay personas que te ven con pelo largo y que piensa que eres estudiante y asocia inmediatamente la idea de que si eres estudiante con la otra idea de que seguramente ya no crees en Dios y que por eso eres comunista.
La palabra clave aquí, jefa, es «seguramente». Pero quién sabe.
Ideas, prejuicios, criterios.
Total que con eso de la invasión a Praga se les cayó su idolito rojo a varios. Están confundidos, creían que sólo el yanqui es imperialista. Pues no. Sí, jefa si hay gente que lee los periódicos aquí. Algunos también leen revistas en inglés, en francés y hasta en ¡alemán!
Otros ídolos que caen. La decepción total.
Ya a estas alturas debiste de haber oído el informe de GDO. La verdad que a mí sí me dio un poco de miedo. Sobre todo aquello de «la ira no me llega...», hasta lo de «sabremos responder», pasando por lo de «hemos aguantado hasta niveles ampliamente criticados». ¿Pues qué traerá este señor en la cabeza? ¿Qué le dirán que está pasando?
Lo peor de lo que dijo: «...estamos dispuestos a hacer lo que se tenga que hacer para impedir que las fuerzas externas desestabilicen al país o a las Olimpiadas».
Cómo me dio coraje oír eso. ¿Cuales fuerzas externas? Jefa, te juro que no hay nadie más que nosotros haciendo esto. Nadie nos ayuda más que el pueblo y la gente que coopera. «Fuerzas externas...», estúpido, si el mensaje no tuviera ese tonito siniestro que no acaba de gustarme me estaría riendo.
Pero no nos vamos a rajar.
Tenemos que aguantar, tenemos la razón.
Por lo demás,
Okey. Dice Alex que agregue a lo anterior «por el momento».
Ahí está, Alex: «…nos la estamos pasando muy bien, por el momento».
Te manda saludar, por cierto.
Te saluda y te quiere
Emilio
P.D. ¡Que cartota!
P.D: No, no he visto a Paula. Un secreto: A Alex le gusta.
P.D. Ciao. Besos. Todavía no necesito lana. También «por el momento».


Estábamos en el lugar de Aurora. Parecía más bien un taller.
—Bueno, chavos, la onda es así: Va a ser la Marcha Silenciosa. Va a recorrer toda la ciudad hasta el Zócalo y 'ora sí la vamos a pasar en grande.
Yo pregunté:
—Disculpa mi ignorancia Aurora, pero eso de «silenciosa» ¿va a ser en serio? ¿Todos callados?
—Ajá.
—¿Se podrá?
Ya me había dado cuenta que había podido romper el hielo con Aurora, por lo cual me sentía más a gusto que al principio. Estaba más receptiva y la sentía también cómo más abierta y menos recelosa conmigo. No acertaba todavía a definir cuál era la relación que tenía ella con Emilio pero no creía que fuera muy profunda. Situación la cual no me incomodaba mucho.
Ella me contestó con seguridad:
—Debería de ser así. El CNH así lo dispuso. Tú sabes, las provocaciones. Nos han dicho injuriosos, que no mostramos respeto. Que gritamos haciendo escándalo, desmanes, desmadre y todo eso... y pues, no da mucha buena imagen que digamos del movimiento. Si mostramos por el otro lado, respeto, vamos callados, sin gritar, imagínate el espectáculo. Miles de gentes caminando, silenciosos, todos en orden, demostrando su inconformidad. Eso tiene que contar. Se tiene que notar que aquí tenemos ganas de hacer las cosas bien...
—Y por cierto, ¿cómo va todo? —Le pregunté.
—¿Por qué no te enteras tú mismo? —Me reprochó— tú también te debes de interesar, Alex.
Me traté de defender:
—Nadie me dice nada. Nada más veo movimientos aquí y allá. Pintas, brigadas…
Intervino Emilio:
—Lo que quiere decir Alex, Aurora, es que todo mundo trae ondas distintas. Acuerdos en los que el Consejo queda formalmente, muchas veces han salido contradictorios. Unos dicen que quedaron en algo y otros dicen lo opuesto. Hay descontrol entre las escuelas y sus delegados. Incluso yo, y tú me conoces Aurora, que soy apolítico la mayoría de las veces, me han intentado reclutar en algunas causas. Pero me resisto…
—¿Quién? —pregunté:
Emilio se encogió de hombros. Sólo dijo:
—Gentes —se dirigió de nuevo a Aurora—: Pero, ¿qué quieres que hagamos? ¿Quieres que filmemos todo? ¿Traes algo claro entre manos?
—Sí, escúchenme los dos: quiero que ustedes se pongan a filmar lo más interesante que vean. Que se fijen en los detalles, que registren y caractericen a la gente, tanto a la que participa, como a la que no participa. Que se vean las expresiones, que se vean las caras… Eso es lo que quiero, caras, movimientos, gente, arrugas, expresiones de gusto y de disgusto. Quiero ver a la gente de la banqueta si aprueba o no aprueba el movimiento. Las imágenes deben de mostrar esto. A los participantes quiero verlos con cara triunfal. Que se vean las caras involucradas con el movimiento…
Yo dije:
—¿Quieres que le intentemos filmar a los granaderos o a la policía?
—Ustedes saben, déjenlo a su sensibilidad. Pero no se expongan ni ustedes ni al equipo, y lo más importante: Cuiden el material. Ahora, Emilio, ¿cuál es tu idea?
—Bueno, pues yo pienso tomar a los lugares, a los vehículos, por supuesto a las caras. A los edificios con contraluces, contrastes y claroscuros a...
—Perdona que te interrumpa, Emilio, pero, ¿ya sabes qué vas a hacer cuando te quieran llegar los granaderos a no dejarte filmar tus claroscuros o tus ángulos especiales?
Mientras Aurora y Emilio discutían yo la disfrutaba a mi manera. Ella tenía un cuerpo que, aunque quizá no era especial, sin embargo, para mí… tenía el atractivo suficiente que me llevaba a imaginar lo que habría debajo. Volteé la cabeza de improviso cuando Emilio comenzó a hablar. Me sentí descubierto por un segundo, pero sólo fue en mi imaginación.
—Pues… correr por supuesto. Meternos en la multitud. Pero ya sabes, nada de provocar ni de mentar madres a nadie. Preguntó Emilio:
—¿Cuánto vamos a caminar, Aurora? ¿Es mucho?
—Bueno, si has ido a una manifestación pues… todas son iguales…
Yo dije:
—Iba a ir a la del día 13… aquella en la que se juntaron como doscientas mil gentes… pero se me complicó.
Emilio se entusiasmó:
—Tienes que estar en forma, Alex. Es mucha friega, tú sabes, más si vas cargando una manta, pero es de alucine. ¡Impresionante! No te la debes de perder…
—Bueno, mientras tú cargues la cámara yo te acompaño —dije yo.
Emilio, Aurora y yo nos bajamos de la camioneta en la que un compañero nos llevó.
Aurora dijo:
—Recuerden, no se deben dejar agarrar con el material. Son pruebas…
No quise entender.
—¿De qué pudieran ser pruebas?
—Del delito del que te quiera acusar el Agente del Ministerio Público en turno.
Nos le quedamos viendo. Sentí un pequeño escalofrío.


La gente era sencillamente increíble. Todos caminando, todos yendo hacia donde mismo. Mismo propósito, mismo pensamiento.
Sacamos el equipo. Vimos las pancartas. Vimos los mensajes. Las gentes que no traían cinta en la boca. Las que sí. Todos nos veían por un segundo. Nos sonreían. Sabían o intuían que estábamos de su lado.
Yo traía la cámara un rato y filmábamos. Tomábamos lo que se nos ocurría. Emilio la traía el otro rato. Nos movíamos rápido. Al principio no había problema. Nos sentíamos ligeros, tal era nuestro entusiasmo.
Al ir cubriendo más y más cuadras caminando, nos empezó a pesar todo el equipo. Como todavía no llegábamos al Zócalo, al mero centro mismo de la ciudad de México, empezamos a racionar el material.
Llegado un punto en una esquina, me tocó ver con el rabillo del ojo a dos policías que estaban muy serios. Los iba a filmar porque, primero, no me estaban viendo a mí; segundo, eran interesantes.
Y estuve a punto de hacerlo de no ser que Emilio me detuvo. Ya le iba a decir algo a señas pero me hizo un gesto con la mano para que me calmara. Y me señaló discretamente hacia un poco más allá de dónde estaban los policías.
Detrás de una columna, entre toda la gente había un tipo también con binoculares y al lado de él había otro con una cámara de cine. El de binoculares era rubio, bien parecido. Se quitó estos nada más lo vi pero lo hizo de manera lenta, como si estuviera acostumbrado a hacer estos gestos con una agilidad estudiada, siempre en control de sí mismo.
Lo demás se me hizo obvio. Era curioso. Parecía que estaba frente a un espejo.
Y era que los tipos éstos nos estaban filmando a nosotros.
Dentro de mi momento de incredulidad, sólo el codazo discreto de Emilio me hizo despertarme. Al instante y de la manera más uniforme posible, deslicé mi vista hacia otro lado y, como no queriendo, me volteé hacia esa dirección.
Emilio me hizo el gesto como de querer tomar otra toma y me estiró del brazo. Inmediatamente nos metimos dentro de la gente, tratando de adelantarnos y de ponernos en otro rumbo con otras secciones. Caminamos más de cuatrocientos metros de manera apresurada pero mostrando tranquilidad y cierta serenidad.
Por el mismo movimiento de la gente me separé de Emilio. Caminaba ya sin la cámara buscando ángulos interesantes de la gente desde la calle. Me metí a una banqueta para hacer mejores encuadres y mientras terminaba de ver hacia atrás de manera intempestiva se me colocó una sombra enfrente de mí. Claramente vi que me sacaba quince o más centímetros de altura. Era el rubio de los binoculares.
El hombre, de cabeza cuadrada, patillas, de un extraño modo no era del tipo de personas que destacasen de entre una multitud, aún con su estatura. No era de los que llamaba la atención. Es más, ni siquiera su pelo era del todo rubio, sino más bien de un castaño claro.
Me vio y sonrió. Empecé a sentir miedo. No estaba acostumbrado a sentirme amenazado. Sus ojos también eran castaños y, la verdad, los sentí bastante duros, fríos, como si él fuera alguien acostumbrado a hacer lo que le placiera y saliera indemne siempre.
Muy tranquilo, me dijo con un tono de voz grave entre susurros pero al mismo tiempo audible:
—Ya te conozco. Ten cuidado. Puede que nos volvamos a ver.
Se me hizo que era del tipo de personas que estaba más a gusto a sus anchas, amenazando.
De manera inconsciente volteé a buscar ayuda. El rubio, casi amable, me tomó del hombro y me soltó de inmediato. Traté de volver a contemplarlo pero él ya no estaba. Miré hacia los lados y no vi rastros. Me invadió una gran tensión. Creí que llegaría a temblar, pero no fue así. Sentía mis manos frías.
En ese instante me sentí desprotegido. Recordaba en ese momento la cara del tipo de manera que quizá nunca podría olvidarlo, pero simultáneamente también sentí que la estaba perdiendo de vista o de enfoque en mi propia mente.
Caminé hacia delante de manera apresurada tratando de encontrar un grupo de gente marchista que se me hiciera familiar. Al cabo de dos minutos me emparejé con uno de los grupos que ya habíamos filmado. En eso vi también a Emilio caminando haciendo como que me buscaba. Hasta ahí llegué con él.
Se me quedó viendo y supuso que algo me había pasado. Yo le traté de decir a como pude, en silencio, que no había sido nada y que luego le platicaría.
Seguimos caminando y ya después no hubo más incidentes.
La cara del rubio ya se me hacía indistinguible y a punto de borrárseme, quizá debido a que era tan ordinaria, pero sentía que si me esforzaba un poco, alcanzaría a visualizar sus ojos fríos, como cuando un detalle particular de una imagen se te queda grabado en la mente, pero no el contexto general de esa imagen.
Acabamos la marcha eventualmente y nos encontramos con Aurora, que nos saludó con el signo de la «V».
—¡Qué hubo, chavos! ¿Cómo les fue?
—¡De película! —Dijo Emilio.
—Perfecto. Vengan, dejen ahí los rollos y cámara.
Así lo hicimos, pero yo ya no me pude concentrar en lo que decían.
Al llegar la noche llegamos Emilio y yo a su casa. A mí el incidente casi se me había borrado de mi mente y sentí que ya no valía la pena mencionarlo.
Emilio se veía radiante, eufórico.
—Yo creo que hoy sí nos lucimos. Tomamos a la gente como queríamos. Aurora va a estar encantada cuando lo vea. ¡Claro que sí!
—Fue un día redondo —dije yo.
—Ya lo creo. Juntamos un «buen» de metros de película. Creo que podemos armar algo…
—Lo único que faltó fue el sonido.
—Es porque era «silenciosa», güey.
—Ya lo sé, pero debimos haber grabado de perdis los pasos sobre el pavimento, ¿no?
—Ya se me había ocurrido pero sería muy aburrido después de treinta segundos. N´ombre, le ponemos música.
—Okey. Pero la buscas tú en tus ratos libres…
Emilio se encontraba de extraordinario humor. Yo me encontraba con una sensación que no me había gustado del todo, cuando de repente me acordé de lo sucedido.
El detalle. El pequeño detalle.
Lo había olvidado durante un tiempo. Quizás era de ese tipo de minucias que al final no hacen diferencia. Tal vez todo está predestinado. Tal vez no.
Lo que después me quedó en claro fue sólo el sentir que había cierto ambiente ominoso, al lado del entusiasmo y euforia que naturalmente sentíamos y que corría paralelo al nuestro. Muy cercano, y paralelo, al nuestro.


16 de septiembre de 1968

Querida madre:
Qué rápido pasa el tiempo cuando uno se divierte. Dos semanas sin escribir, casi nada. Pero fíjate que sí han pasado cosas. Vaya que sí han pasado. Las has de haber leído. Algunas al menos.
El ambiente sigue padre, pero tal vez un poco más tenso. Ha habido de todo y estamos con todo. Hay optimistas incluso que nos dicen que vamos ganando, pero hay otros que dicen también que hemos estado perdiendo desde que nos sacaron del Zócalo.
Bueno, si insisten en verlo desde esa óptica, adelante. Yo creo que estamos tablas. Ellos, el Gobierno, no han sabido coparnos. Con eso de que insistimos en el diálogo público, no más no saben para dónde hacerse. Tú sabes. El diálogo tiene que ser público, ya te lo he dicho. (Me imagino que ya te dije algo de esto y que sólo me estoy repitiendo, ni modo, como no tengo pasantes no he sacado copias de las cartas, ahí perdóname si me sale lo mismo una y otra vez.)
Seguimos filmando, este Alex, Aurora y otra muchacha llamada Isabel. Esa es nuestra onda. Estamos filmando todo y lo vamos a sacar algún día. Unos amigos ya sacaron su material y consiguieron un cortometraje y ya nos ganaron el nombre: MÉXICO 68. ¿Tú crees? Se cayeron muertos de la originalidad del titulito. Pero está bien, suena simbólico.
Ahora procederé a narrar los últimos acontecimientos que suceden a nuestro alrededor. (Ese fui yo en plan formal, pero ese estado no me dura, lástima.) La última vez fue la del Informe, si no me equivoco. ¿Que qué es lo que ha pasado después?
Te digo que casi nada.
El CNH respondió al informe y continuó la actividad. Seguimos pidiendo nuestro debate de ideas público. Se puso burocrático el asunto, por lo menos en ciertos aspectos.
Ayer hubo un mitin interesante en las Tres Culturas. Y de parte del gobierno nadie responde. Ya sabes su estilo: la burocracia al poder. Vaya que es cierto eso que dicen, eso de que la burocracia es un pulpo que devora al tiempo mismo. Bueno, es cierto también, nadie lo dice, la frase es mía pero no es original. Como que hay cientos de miles que si no la han pensado, sí se han percatado de su concepto.
Por mientras, sabemos que a nuestro querido rector lo tienen presionado. Varios compañeros de por aquí y de por allá sintieron muy feo («gacho», en palabras textuales) que el rector aplaudiera en el Informe de GDO. Yo no creo que eso signifique que con ellos él pone una cara y que con nosotros pone otra.
Digo. Pues, ¿qué querían que hiciera si él estaba ahí en la Cámara de Diputados al lado de toda esa gente? ¿Qué se pusiera a abuchear? Eso es mucha ingenuidad, caramba.
Es más, ¿qué hubiéramos hecho nosotros o cualquiera en su lugar?
Como quiera, yo siento que habría que reconocerlo. Así son los asuntos del poder, desde el poder. Mientras tanto, nosotros en el CNH nos reafirmamos en la lucha y tratamos de enfatizar nuestra verdad a través del diálogo público.
La lucha está abarcando a mucha gente. Y no sólo estudiantes. Hasta este pintor, Siqueiros, ya dijo en la prensa que se reafirma del lado de nosotros. No, no creo que yo sepa lo que eso signifique en su totalidad. ¿El enemigo de mi enemigo es mi amigo? No sé.
Al ingeniero Heberto lo siguen mandando golpear. Qué aguante de hombre, en serio, a su edad. No, jefa, ya sé que no es un anciano. Fue un decir.
Por el lado de los obreros, te he mencionado que es vital el que se nos unan. Y ya están comenzando unos sindicatos a hacerlo. Al mismo tiempo, unos helicópteros están tirando papeles para que la gente se malinforme.
Dime mamá, yo no sé de helicópteros, yo nunca me subí a uno ni creo que me subiré, pero ¿quién puede estar pagando eso? ¿Quién crees que puede pagar a unos helicópteros para que echen papeles? Tú creéme, ninguna asociación de padres de familia lo podría haber hecho jamás.
Te lo juro, no me canso de decirlo, ¿a quién quieren engañar?
Y es así como llegamos a lo mejor de la semana. O quizá del mes. O a lo mejor del año. La Manifestación Silenciosa. O la Silenciosa. Todos sabemos de qué hablamos.
¿Cómo se llegó a ese punto?
Hay cuates que dicen que se le ocurrió a Perelló, que él las había visto en España CONTRA Franco (Eso dice él, según esto).
Supuestamente se pensó que ya se había dicho mucho al respecto de que los estudiantes eran muy injuriosos cuando manifestaban. Insinuaban que nada nos distinguía de los verdaderos rijosos. Te digo, hacen válida la usual equivalencia estudiante=delincuente juvenil.
Pues esa fue la causa para que la manifestación se realizara en silencio.
¿Te imaginas jefa? Una multi-multi-multitud-tud-tud de gente, un ti-ti-ti-ti-puchal-chal de estudiantes caminando por las calles, todos en silencio, callados, sólo marchando. Todos callados, paso tras paso tras paso.
¿Lo habías visto?
No, nunca lo has visto. Creo que nunca lo verás. Estudiantes, trabajadores, obreros, empleados, amigos. Sonrisas, signos de paz, estrechones de manos, gestos, sólo gestos. Gente con cinta en la boca. No sé mucho de simbolismos pero creo que le enseñamos al gobierno que también somos responsables, pero no por ellos, sino con nosotros mismos.
Según los organizadores, fuimos quinientos mil personas; según la policía y los oficialistas, que fueron sólo doscientos cincuenta mil.
Supongamos que sólo fuimos doscientos cincuenta mil…
Pero su pequeña mente de gorila no permite comprender que somos doscientos cincuenta mil que nos exhibimos, que tenemos edad de pensar, que vivimos en la capital, que no estamos con el gobierno.
De que me exalto me exalto, y no estoy jugando.
Yo a lo mucho conoceré o habré visto alguna vez, en persona, a lo mucho mil. Desconozco a los restantes doscientos cuarenta y nueve mil. Se me hace incomprensible tanta cantidad de gente. Pero a esos doscientos cuarenta y nueve mil, como si los conociera. Sería de cada uno su amigo, su confidente, no lo sé. Claro que también algunos me caerían mal. Pero no importa, hoy estuvimos, estamos juntos aunque no nos conozcamos. Eso es lo maravilloso de juntarse en una manifestación por lo que crees. Estás con amigos. Todo mundo viendo hacia donde mismo.
Platicando con un maestro de una facultad, no sé cual de todas, me decía del anonimato y de las costumbres tribales y de los efectos que les suceden a las masas y no sé que rollos más. No me importa.
Cierro los ojos y recuerdo a la Silenciosa y me hace sentir feliz, y optimista.
En fin, ésta es ya ni sé, la quinta o sexta marcha en la que estoy, y cada una tiene lo suyo, lo que la hizo especial.
Claro, hubo detalles desagradables. Allí estuvieron al pendiente las patrullas, las granaderas. No sé si nos tienen miedo o si nos odian. Creo que algunos están enojados con nosotros porque están acuartelados. Me imagino que no pueden ver a sus familias, ni a sus seres queridos. ¿Tendrán seres queridos, acaso? Algunos de por aquí hasta lo ponen en duda.
A veces me pregunto sin que Aurora o Alex o Isabel (luego te platico de ella) sepan: ¿Iremos a conseguir lo que buscamos? Sería simple decir que lo que buscamos es lo del pliego. El pliego, el famoso pliego petitorio con seis sencillas peticiones. He visto las copias y me pregunto:
¿Será cierto que estamos haciendo todo esto por lo que dice este papel?
¿Será cierto que se mueve tanta gente en la búsqueda de la consecución de esos puntos?
(Por cierto, he notado que mi vocabulario ha aumentado de unos meses para acá, ha de ser que yo quisiera ser orador también en mi interior.)
Por lo menos en lo que respecta al artículo 145 (el cuarto punto del pliego) ya se acabó de demostrar hasta el cansancio de que es ilegal. De que está mal, muy mal.
Yo creo que esto se tiene que solucionar y pronto. La tensión está creciendo a momentos.
No veo porqué no. Primero las Olimpiadas son ya el 12 de octubre, a menos de un mes. Algo tiene que salir de todo esto. Quizás haya una suspensión de parte de nosotros o quizás haya una tregua.
Se habla inclusive de una tregua Olímpica. Otro gesto simbólico, como si estuviéramos en una guerra.
No creo que lleguemos a boicotear las Olimpiadas, pero hay cada gente loca que quién sabe. Somos muchos. Y hay de todo, tenemos muchas ideologías.
Pero lo más importante es resistir la provocación.
Mis contactos allá arriba dicen que lo más seguro es que el gobierno está dividido. Unos quieren pactar, otros quieren mano dura (¿más?), otros están indecisos. Otros no saben literalmente qué hacer y quieren darle largas al asunto.
Por cierto, hay otro detalle que me preocupa ahora y, te lo juro, que me da vueltas en la cabeza. Y hace que el estómago se me revuelva un poquito, cuando pienso en eso. Lo que pasa es que Alex lo leyó en el periódico, medio escondido entre las esquelas, una nota referente a nuestra H.H.H. Cámara de Senadores: «Los senadores apoyan el uso de las Fuerzas Armadas».
Me dio escalofríos.


feliz pero preocupado

Emilio.

P.D. Ayer fuimos al Grito del Zócalo nada más por ver y Aurora y yo nos casamos de mentiritas: Me pareció que Alex estaba muy distante en ese momento. Hubo de todo incluyendo gente que le gritó de maldiciones e insultos a GDO, pero la música no dejó que se oyeran bien. GDO probablemente está molesto. Me alegro. JA-JA.

P.P.D.D. Bye.



19 ó 20 de septiembre de 1968
Querida madre:

Lo increíble pasó. Todavía estoy helado. Lo inesperado. Lo nunca visto. Lo impensable. Praga en México. Y no me refiero a la Primavera, exactamente: Nuestro Glorioso Ejército Mexicano, con sus huestes, invadió la temible Ciudad Universitaria el pasado día de ayer.
Es justo decirte que estamos en total estado de shock. De no haber estado allí hubiéramos jurado que eso era imposible. Nada tiene sentido en estos momentos. No estamos jugando igual, de hecho es la primera vez que estoy sintiendo miedo real de que algo malo pueda pasar.
Eran como más de diez mil soldados y dijeron que la ocuparon porque las autoridades universitarias así lo pidieron. ¿Tú crees? ¿Qué autoridades fueron si están la inmensa mayoría con nosotros?
Como mil quinientos compañeros. Incluso un anciano, con su nieta o nieto. Todos apresados como ccriminales. No lo puedo describir. Me siento tan mal. Aohra siento decepción, desilusión.

La universidad pisada, y no es que le conceda mucho a todo esto, pero piensa en el maldito simbolismo, caramba... me siento desmoralizado.
También la XEUNAM fue censurada, ya no le permitieron transmitir.
No sé lo que va a pasar
Estuvimos filmando cualquier cosa pero fue mínimo
Nos salimos volando por ventanas, pasillos y corredores. No por nada tenemos algún tiempo conociendo por aquí…

(en que me quede?????)

ha pasado algo de tiempo

algunas cosas se están pecipitando como si...

perdón, perdí la idea...
no te preocupes luego te compongo esto... a lo mejor ni te
lo envío

luego te la envío no he tenido tiempo hoy ni ayer
estamos trabajando mucho
no, nada ilegal no t epreocupes

hay mucha gente aquí y ya no puedo escribbbir me están pidiendo la mquina muy seguido para esténciles y no puedo completr nada liado

no sé si pueda seguir escribiéndote, jefa, me voy a ocupar. inmediatamente cuando esto se tranquilice me comunicaré

me cuidaré...

te lo prometo.

Pd Te quiero mucho pierde cuidado

(Rúbrica)


Los días fueron pasando rápidamente.
Algo sucedía con Emilio porque cuando yo hablaba con él, traía de entrada un humor de los mil diablos. Sé que cada vez menos veía a Aurora. Creo que traía una rabia y enojo interior muy raros, pero, lo curioso, era que ese estado se le pasaba un rato más tarde y parecía estar después ya muy relajado. Por un instante pensé que andaba con mota…
Siempre que lo andaba buscando en su casa, me tocaba saludar a la sirvienta o ama de llaves o señora de compañía o qué sé yo. Él le decía «la señora Alcira». Una mujer no muy joven, con mucha distinción, muy seria.
A su mamá yo la veía poco. Luego supe que iba mucho para Hermosillo y cada tanto volvía a la capital. Era una buena mujer, como todas las mamás, muy preocupada por su hijo, tratando de estar comunicada con él. Eso sí, se notaba que eran muy unidos. «Chiqueaba» mucho a Emilio y, éste, muy natural, en su papel, trataba de aparentar que no le gustaba.
Aurora, para esto, me había encargado trabajar en las ediciones de las tomas a como pudiera. Pero a veces yo también estaba en el campo. Filmamos algunas cuántas asambleas con el Consejo, ya ni me acuerdo de cuántas, siempre desde el presidium. Pero eso sí, siempre sin molestar o intervenir. Estuvimos yendo tanto que ya saludábamos siempre a los cuates delegados, algunos de ellos ya nos veían como partes integrantes. Es más, un día me preguntó uno, de apellido Fabio, que por qué yo no votaba allí dentro.
Le contesté que yo no era representante. De tanto verme por allí él pensaba que sí lo era. Me regaló unos papeles que había escrito en esténcil para repartir. Los guardé para leerlos después. Así nos llenamos de mucha literatura. ¡Claro! Mucha acababa en el piso.
La vez del Grito yo, como últimamente me pasaba, estuve en la periferia de las celebraciones. Aurora y Emilio se la pasaron bien según me dijo luego éste, cosa rara el que anduvieran juntos. Supongo que eran rachas. Yo me quedé leyendo ya que siempre me fastidiaron las Fiestas Patrias.
Yo no estaba en la mera universidad cuando sucedió la invasión de la noche del 18 de septiembre. De hecho, a mi me tocó ver algunos convoys con soldados pero nunca me imaginé adónde iban y con qué propósito. Emilio, por lo que me enteré después, tampoco. Creo que estaba durmiendo con Aurora en el departamento de una amiga de ésta.
En realidad no sé si estaba durmiendo o acostándose con ella. Sí hay diferencia: los amigos dormimos, los que somos más que amigos nos acostamos. ¿Suena un poco cínico? No lo sé, pero así es.
En ese momento lo único cínico era la actitud de nuestras fuerzas armadas. O al menos así nos parecía.
Aquello fue el caos. Agarraron como a doscientos y ocuparon la mayoría de las instalaciones. Miembros del Consejo corrieron como pudieron, hacia las arboledas, hacia las piedras, hacia los espacios abiertos. Algo grave estaba ocurriendo.
A los dos días estaba en una cafetería del rumbo a la que íbamos seguido cuando se me acercó un amigo de Aurora.
—¿Tú eres Alejandro, verdad? Mensaje de Emilio.
Me entregó un papel doblado. Ni siquiera me dio oportunidad de decir nada. Sencillamente se fue. Lo leí: «Nos vemos en la casa de la Güera. E. y A.».
La Güera era una amiga de Aurora que conocimos en la Silenciosa. Conocimos a mucha gente de todas partes. El caso de la Güera era que su depto estaba en una colonia bien. Y las demás, pues, en unas no tan bien.
Pero lo que más me llamó la atención fue lo de «E. y A.». Mucha familiaridad. A lo mejor ya pasaba lo que me resistía a pensar. Bueno, me resigné. La Güera estaba bien, como quiera. Llenita, pero bien en general. Bonitos ojos. Buena presencia. Por lo demás, me sentí idiota.
También me sentí que ya no podía hilvanar descripciones. Como si las ideas ya no tuvieran forma. Como si las emociones se limitaran cada vez más a lo objetivo y las descripciones más a lo subjetivo.
Bueno, la cara de la Güera también se me nubló. No importaba ya. Cada paso que dábamos nos acercaba más al abismo. Y lo peor es que no lo sabíamos. Algunos nunca alcanzaron a saberlo.

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