Novela Technotitlan: Año Cero (primera parte)

Esta es la primera parte de la novela de Technotitlan: Año Cero. Consta de 14 capítulos. Después de acabar esta primera parte, favor de recordar que son cuatro partes. Se publicó en Internet por primera vez en 1998. Se publicó impresa en edición de autor en 1999. Aquí está de nuevo.

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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Monday, October 02, 2006

6. Impulso

México, D.F., principios de agosto de 1968

Lo estuvimos percibiendo por las calles, por los salones de clase, en las asambleas, en todas partes en donde se reuniera gente (público mínimo: dos personas). Sentíamos que algo grande se cocinaba. Se veía venir.
No sé en qué día fue, ni cómo empezó exactamente, pero de lo que estoy seguro es que la escena fue similar:
—¿Ya supiste?
—¿Qué?
—¡Vamos a secuestrar camiones!
—¡¿Qué?!
—¡Nosotros! ¡El movimiento! ¡Nos ponemos en marcha!
—¿De qué hablas?
—El movimiento, el movimiento.
—¿Cuál movimiento?
Mi cara de interrogación era total. Enfrente tenía yo a una cara de admiración, como sorprendiendo a la ignorancia en todo su pleno.
—¡Nuestro movimiento! ¡Vente, vamos, se va a poner bueno!
—Pero... ¿y las clases?
—Tú vente, hasta los maestros van a estar allá.
Ante tal situación no había peros que valieran. Ninguno. De repente, escuché mi nombre.
—¡Alex, Alex, ven!
Una mano me estiró y salimos sin más. Afuera había mucha gente.
Y todos estaban sonrientes.

Días después Emilio y yo nos detuvimos a observar el camión incendiado. Gruesas columnas de humo sobresalían de donde estaban las llantas y de donde estaba, o estuvo, el motor. Ocasionales llamas rojas con tintes amarillos y anaranjados rompían lo monótono del humo. La gente estaba paralizada al mismo tiempo que fascinada, sin acertar a moverse de ahí. Las sirenas ya se oían a lo lejos. Emilio me habló primero.
—¿Cómo ves?
—Grueso, maestro.
—Y tú que no me creías...
—¿Quién fue?
—No estoy seguro, a lo mejor alguien de la Prevocacional que tuvo la idea, los demás nada más le hicieron caso.
—Qué obedientes...
Mi tono fue, como era el caso siempre que quería aparentar serenidad, sarcástico.
—Bueno, pues vámonos, que no tarda en venir la poli.
Emilio, según su costumbre, dando la primera acción. U orden, pero yo no lo sentía tan así. A veces era más sutil.
El camión seguía ardiendo, la gente seguía arremolinándose a su alrededor. Curiosos de todas partes que iban y venían. Llegaron las primeras patrullas abriendo paso a los bomberos, los policías granaderos llegaron en vehículos desde varios puntos en una forma que se me hizo simultánea de donde, todavía sin parar la marcha del todo, bajaron grupos de agentes a rodear al camión.
De inmediato empezaron a agarrar a los curiosos. Al mismo tiempo todos nos dimos a la fuga, debiéndola o no.
El fuego siguió avanzando por entre el camión. Humo negro se elevaba incluso por entre los edificios. Niños viendo sin comprender del todo lo que estaba pasando. Al último pestañazo hacia el tranvía medio carbonizado mientras corría, ya no había multitud alrededor.
Emilio y yo habíamos corrido lo suficiente y estábamos ya fuera del alcance de los polis. Las caras de la gente que nos encontrábamos seguían la fiesta del fuego desde lo lejos, más seguros, mostraban una mezcla de asombro y temor. Nos paramos a tomar un taxi en una calle aledaña.
Ahí pedimos que nos llevara hacia el sur, hacia el rumbo de Coyoacán, específicamente. No dijimos nada. No queríamos hablar frente al conductor. Nos bajamos en cuanto vimos terreno conocido y empezamos a platicar más relajados.
—Estuvo cerca… —empecé a decir.
Emilio no me contestó, estaba apurado, normal, no tenía buena condición. Yo seguí hablando:
—Es más, creo que me alcanzó a ver un cuate de la primera granadera que se paró. A lo mejor me reconoció...
Finalmente me respondió:
—No creo. Lo dudo. ¿Tú te acuerdas de él?
—No. Todos esos tipos se parecen entre sí. Todos morenos, lentes oscuros, bigote, caras de perro. No quisiera conocerlos de cerquita.
Emilio en su modo de siempre, apacible, dijo:
—No tengas miedo, mano, ¿qué puede pasar?
—No sé. Ni quiero saber.
—Bueno. Vamos a la casa. Ahí estaremos más seguros.
Llegamos pronto a la vieja casona. La vista de sus árboles siempre me tranquilizaba de una manera inexplicable.
No había nadie y entramos con la llave de Emilio.
Después de saquear el refrigerador, nos fuimos hacia el cuarto de huéspedes que estaba en el patio de atrás de la casa.
—Ya. Échate el sandwich.
—Sale…
Comimos como niños de hospicio, según frase muy repetida de la mamá de Emilio.
Encendimos la radio. Iba a decir algo pero Emilio me calló poniendo un dedo en su boca.
«—...hoy fue otro día de disturbios en las calles de la ciudad. Nos acaba de llegar la noticia de camiones quemados al parecer por estudiantes en calles importantes del centro...»
—¡Qué rápido llegan las noticias, qué bárbaro! Pareciera que... —empecé a decir.
—Shhh —me volvió a interrumpir Emilio.
«—...la policía reportó cinco lesionados de entre sus miembros y la captura de ocho agitadores y estudiantes que ya fueron consignados. En otras noticias se informó que un bombardeo sobre Vietnam del Norte destruyó...»
Emilio se sentó en el sofá y con aire de decepción dijo:
—Ya. Apágalo.
Me le quedé viendo y apague el viejo radio. Al cabo de un rato pregunté:
—¿A quién habrán atrapado?
—Sepa. A mirones y a curiosos, seguramente. La poli y los granaderos no quisieron salir de ahí con las manos vacías, creo. Han de justificar su labor. El sueldo, a lo mejor…
—¿Emilio...?
—¿Qué?
—Lo mismo que ya te he dicho, a veces tengo miedo.
Jugaba con el cable del teléfono, como siempre lo hacía. Sentía en esos momentos que me enfrentaba a un juego que no alcanzaba ni a definir ni a terminar de medir. A veces me daba por reflexionar, después de la euforia.
Emilio trató de animarme, un poco más confiado:
—Andas mal. Sólo tenemos que ser cautos. No caminar cerca de los cocolazos, es todo, ¿qué nos pueden hacer?
—Si nos atrapan, ¿quién sabe?
—Sí, ¿pero bajo qué cargos? —Me respondió Emilio, tranquilo.
—No sé, ¿de «disolución social»? ¿El artículo o delito ese que se menciona en el pliego?
Emilio se me quedó viendo. Yo ya había dejado de jugar con el cable. Finalmente me contestó:
—No, no creo. No traemos armas, traemos credencial de estudiantes. No traemos el pelo muy largo, bueno, algo, pero no mucho. No nos vestimos muy de onda. Parecemos típicos clasemedieros, casi burgueses. Es más, somos clasemedieros. No traemos navajas ni cocteles molotov. Además, dime, ¿dónde les podemos pegar? Sólo queremos que nos oigan. Es todo. Vamos a conseguir el diálogo. Vas a ver. ¿Qué más pueden hacer?
Por mi mente pasaron varias imágenes que tenían que ver con policías cargando con bastones y escudos metálicos y estudiantes golpeados. Lacrimógenos y piedras juntos. Podría filmar un buen documental con eso... si tuviera las agallas para estar ahí. Le contesté a Emilio:
—¿Y los rumores de decenas muertos y desaparecidos? No estés ciego, Emilio. Hay compañeros de compañeros que han visto cosas muy raras. Amigos de amigos de amigos que ya no se han visto...
Él hizo con su mano su gesto clásico de desmerecerme.
—No creo que sean tantos. Yo creo que algunos de esos que no se han visto, ¿qué tal si se fueron a provincia? —Hizo una pausa—. Ya sabes el ambiente que se cargan algunos cuates, están muy politizados. Pero no creo que la situación esté tan crítica. He escuchado que ha habido, a lo mucho, dos decenas de muertos. La situación sí es preocupante, por supuesto, pero Alex, yo digo, el ejército ya hubiera entrado en Ciudad Universitaria y no ha entrado. Y que ni entren...
Sentía que debía conceder en ese punto al menos. Dije:
—Puede entrar cuando quiera. Pero, es cierto, okey, el ejército no va a hacerlo. Imagínate, nosotros con Olimpiadas a la vuelta de la esquina y el gobierno dándole vuelta a la hilacha con el ejército en CU y todo… Pero no me convences del todo. De que ha habido muertos los ha habido. Lo que pasa es que la prensa lo oculta. Ya sabes, exagera los daños, encuentra culpables, limpia a la policía de responsabilidad y a nosotros nos enmugra.
—Pero eso es normal, Alejandro... Siempre va haber eso en tiempos de cambio. Queremos cambio y eso cuesta. Algo, por mínimo que sea. Va a costar. Pero no te apures. Mientras la pasemos bien y no lleguemos a exponernos de más...


Emilio y yo siempre habíamos sido muy amigos, desde que nos conocimos en la preparatoria. Coincidíamos en muchos aspectos, nos gustaba la misma música rock, folk y psicodélica, teníamos también una coincidencia asombrosa de películas que nos gustaban.
Pero las coincidencias hasta ahí llegaban. Mientras que yo era del tipo de personas que encajan en lo tranquilo, a Emilio le gustaba un poco más la aventura. Yo siempre tenía mejores calificaciones, mientras que a Emilio éstas no le preocupaban mucho.
Empezamos juntos en esto. El movimiento trabó contacto con nosotros como a la mayoría. Leímos de las primeras manifestaciones y de las represiones que la policía estaba llevando a cabo sistemáticamente allá en la zona de la Ciudadela. Aunque no éramos partidarios de la violencia y del desorden anárquico en sí, nos encantaba la diversión.
Además, el estar en comisiones de la Facultad siempre nos ponía en contacto con muchachas bonitas de muchas partes. Cuando nos empezamos a compene-trar más en el movimiento nos dimos cuenta que había muchos tiempos muertos y nos la pasábamos platicando y conociendo gente de todas partes, del Poli, de la Ibero, de la escuela de Bellas Artes, y del mismo Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, o CUEC, donde estábamos.
Allí, en el seno del CUEC, conocí a Aurora, una estudiante del mismo centro, amiga de Emilio. Como a mí y a Emilio nos gustaba el cine desde el punto de vista práctico se nos hizo buena idea apuntarnos como voluntarios camarógrafos o reporteros para filmar las incidencias del movimiento.
Más tarde pasó lo del camión ardiendo.


Después de un rato de leer y hojear algunas revistas dije:
—De buenas no llevábamos el equipo, nos hubieran agarrado con película y todo.
—Quién sabe. Lo que sí es que hubiera sido bueno que lo hubiéramos filmado, pero todo fue muy rápido. Hubiéramos grabado cómo se incendió el autobús y quién lo hizo... yo no conocía al cuate que lo prendió. ¿Y tú?
—No. Es más, quién sabe si era estudiante, a mí se me hizo que estaba grandecito. Ha de haber sido un cuate muy fósil... A lo mejor era infiltrado. O a lo mejor a algún desmadroso se le ocurrió la puntada de prenderlo. Por pura puntada loca.
Yo dije:
—Pues no sé —vi el reloj de pared y dije—: ya es hora de que nos hable Aurora, ¿no?
—Sí —Emilio hizo una pausa y continuó, suspicaz— Alex, ¿no te andarás clavando mucho con esa chava?
El tono que usó Emilio fue como de sondeo.
—N'ombre, güey —le dije en mi voz con el tono más normalmente firme y neutro que pude— yo respeto lo que no es mío. Después de todo, tú la viste primero y pues... ni hablar.
Más relajado, Emilio añadió:
—Pues no hay nada, estáte tranquilo, pero lo que sea de cada quién, la Aurora está muy apetecible, pero no hay bronca, no es de las que buscan compromiso… por lo menos no conmigo… Es más, no te apures por mí. Me cae bien, pero yo paso.
Pues sí. ¿Qué pude decir? Francamente me dio una sensación de alivio que traté de disimular. A lo mejor se dio cuenta. Me interrumpió en mis pensamientos:
—Échale ganas, quien quite…
Sólo pude decirle:
—Falta que hable.
—Al rato habla…
Pero Aurora no habló durante esa noche.


7 de agosto de 1968
Querida Madre:

¡Cómo viajas tanto! ¿Cómo te va en Hermosillo? Aquí todo bien. Tal como quedamos, aquí estoy platicándote lo que sucede por nuestros lares. Se confirma la idea de que allá en provincia nada de esto se publica o sólo sacan lo más escandaloso y que muchas veces es falso. Esta es la versión de parte de alguien que está de cerca viviéndolo:
Pues tú ya leíste lo de la Mano Tendida de GDO. ¿Qué te puedo decir? Este cuate se dirigió a nosotros desde Guadalajara. Como siempre pasa en los políticos, nos cambian el mensaje. Nos puso como si nosotros fuéramos los que lo buscamos. De hecho, sí lo buscamos pero no con el afán de protagonismo. Pero ¿en verdad queremos hablar con el Presidente? ¿Te acuerdas como les fue a los médicos con él hace tres años? ¿De cómo los reprimió? ¿Se podrá hablar ahora con Díaz Ordaz? ¿Tendrá el poder o la voluntad de resolver la situación? ¿No estaremos depositando mucha esperanza en él (con todo lo que nos pueda caer mal)?
Es curioso que al mismo tiempo que estaba pasando esto, hubo una manifestación en CU a la que asistieron como más de cien mil personas, además, imagínate, con el rector Barros Serra en el frente de todos. Fue increíble.
La marcha iba a ir desde CU hasta el Zócalo, pero nada más pudimos llegar a Félix Cuevas porque ¿qué crees que hicieron las «autoridades»? Pusieron tanques. Así es. Tanques ahí en las calles. De guerra. Para amedrentarnos, seguramente.
Pero no lo consiguieron. Los vimos con desprecio y nos devolvimos, ordenadamente claro, hacia la explanada de rectoría. Al final entonamos el himno.
Ni hablar, que ya tenemos nuestra declaración de principios y exigencias. Alguien le bautizó como «Pliego Petitorio» y la idea es que todos lo firmemos. Lo sacaron el domingo pasado y estamos convencidos de la razón detrás de cada punto.
No sé si ya lo sepas por la prensa pero cada punto es muy específico:
El primero se refiere a la Libertad a los presos políticos. Dicen que no existen los presos políticos, pregúntenle a Campa (porque sí sabes quién es Valentín Campa, ¿no? ¡Ay, mamá! Es el líder ferrocarrilero que está encarcelado desde hace nueve años allá, en nuestro Palacio Negro de Lecumberri).
Queremos que se reconozca la existencia de estos «prisioneros de conciencia» (expresión de un cuate que la leyó por ahí) y que el Gobierno los libere. Tarea pesada ¿no crees?
El segundo punto del pliego se refiere a la destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, jefes de la policía y de granaderos. Tú no sabes lo que odian aquí a los granaderos. Es impresionante, pero es que esos cuates son muy gachos. Se lo merecen que los destituyan realmente... pues no lo sé si lo hagan.
Pensándolo bien... ¿crees que somos ingenuos?
El tercer punto del famoso pliego es el relativo a la extinción del Cuerpo de Granaderos, ¿qué más te puedo decir de ese?
El cuarto punto se refiere a la derogación de los artículos 145 y 145bis del Código Penal, los referentes al delito de disolución social, que son instrumentos (así me dijeron) que impiden que la gente tenga puntos de vista «discrepantes» (palabra nueva para mí) del punto de vista «oficial».
El quinto punto es más sencillo, y más necesario, se refiere a la indemnización a las familias de los muertos y heridos víctimas de la agresión desde el viernes 26 de julio, que no me creas pero dicen que ya andan en veintitantos muertos.
El sexto no lo entiendo muy bien, se refiere al mismo deslinde de responsa-bilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades. O sea, a través de la policía, ejército y los mencionados granaderos.
Lo que no entiendo es, ¿quién va a hacer el «deslinde»? ¿Quién va a ser el que lo diga o decida? Todos son de los mismos...
En fin. Mientras, nos la estamos pasando bien. Se siente un ambiente electrizante, créeme, de entusiasmo, de euforia.
¡Ah, se me olvidaba! Hubo otra manifestación, también de cien mil personas (¿dónde conseguimos tantas?) A esa no asistí porque fueron puros cuates del Poli, bueno, había otras escuelas pero tú sabes que el Poli está al norte y CU está al sur. Y toda la gran ciudad de México en medio. Pero no necesito decírtelo.
Nos preguntan que cómo nos sostenemos. Si tú también tienes la duda, pues créeme, la gente es generosa y está cooperando. No creas, mamá, la gente ve en nosotros un cambio, ya de perdido un airecito fresco, una brisita de verdades reales.
La gente está cansada de lo mismo. Ahora que nos estamos organizando le estamos representando una opción. No, no pienses que vamos a crear un partido político. Estamos muy verdes para eso. Yo estoy verde para eso. Veo a Alex y está muy verde para eso.
Pero danos tiempo. Sólo eso necesitamos.
Tiempo.
La casa bien. Yo bien. Todo bien. Mamá, lástima que no te gusta el rock and roll más que los Beatles pero, ¿ya escuchaste Street fightin' man de los Stones?
No sabes de lo que te pierdes.
No te afreses, jefa.

Te quiere, Emilio.

PD. Siempre sí llegaron los dulces. Manda más, ¿OKEY? Te saluda Alex. Bye.
Te escribo the next week, o cuando tenga tiempo. A lo mejor te hablo por teléfono.
Bye otra vez…


Viajábamos en camión urbano por Insurgentes rumbo al sur de la ciudad. Los aburridos vaivenes del propio movimiento iban adormeciendo a Emilio. Yo por el contrario leía el periódico.
En los titulares mencionaban la reciente formación del Consejo Nacional de Huelga, allá en la universidad. Se mencionaba que un grupo de planteles educativos se había reunido para darle forma e identidad propia al movimiento.
Le di un codazo a Emilio.
—¿Emilio?
—¿Qué?
—¿Estás durmiéndote?
—No.
—¿Ya leíste el periódico?
—Nel.
Hice una pausa mientras por la ventana veía a una chica con minifalda tratándose de subir a un taxi. Sin poder ver nada satisfactorio volví a lo mío.
—¿Emilio?
—¿Qué quieres?
—Nada. Que si ya leíste el periódico.
—Que no.
—Es que está interesante.
—¿Qué está interesante?
—Lo que dice.
—N´ombre, mano, no le hagas caso, si son puras mentiras. Si son noticias del mundo entero, puede que sean verdad, pero si las noticias son sobre México, perdóname, manito, ponte en automático, son mentiras.
—Aunque sean mentiras, suena interesante. Emilio, ¿te estás durmiendo o qué?
—Más o menos. La desvelada estuvo de a peso.
—Andabas en CU en esa onda de las asambleas, ¿no?
—Sí.
—¿Y qué tal?
—Muy cansado.
—¿Por qué?
—Porque la cosa ahora sí va en serio.
Emilio bostezó. Me le quedé viendo con cara de interrogación total. Dije en tono un poco fuera de mí:
—¿Qué es lo que va en serio? ¿Qué no estábamos antes haciendo las cosas en serio?
—Eso no era nada. Ya estamos empezando a representar a las universidades y facultades. Al Poli también. Ya está metido. Chapingo y otras. Los maestros también aceptaron...
Hubo otra pausa. Pregunté:
—¿Qué onda con el CNH?
—¿Qué onda de qué?
—¿Hay unidad allí? Digo, ¿habrá tamaños para enfrentar al gobierno?
—¿Qué te pasa, mano? ¿Vas a dejarme dormir un rato?
Guardé silencio. Sabía cómo era mi amigo al respecto cuando estaba cansado. Volteé a mirar a las personas que iban subiendo al camión y contesté mientras le volví a dar un codazo:
—Nel. Contéstame primero.
—Ah, cómo friegas —Emilio trató de despabilarse con resignación y con un bostezo y dijo—: Okey, te voy a contestar.
Empecé a poner atención. Le dije:
—Ya era hora, quiero que sepas.
—Viste ya lo del pliego de seis puntos, ¿no?
—Simón.
—¿Viste quién lo firmó?
—Sí, una coalición de la UNAM, el Poli, Chapingo y otras escuelas.
—Pues, hasta ahí la onda. Se pide que el gobierno firme un pliego petitorio, o más bien, que lo acepte.
—¿Estaba dirigido al gobierno, gobierno?
—A la opinión pública también. ¿Ya lo leíste, no?
—Simón, pero me preguntaba acerca de lo que está entre líneas, que no sé que pueda ser. Tú sabes, en todo este tipo de asuntos hay sutilezas, en todo comunicado hay mensajes que sólo ciertas personas entienden…
Hice una pausa. Continué:
—No sé, ¿tú crees que el pliego es realista?
Se me quedó viendo, irónico.
—¿Tú crees entonces que tantas universidades no se hubieran puesto de acuerdo si no quisieran que se resolviera este rollo? ¿No crees que estarían negándose a participar si fuera una misión imposible?
Me quedé callado. Sólo después de un rato dije:
—Puede que tengas razón.
—Pero... ¿por qué no debería de tenerla? Los maestros nos apoyan. Los estudiantes nos apoyamos. La gente en general nos apoya. Bueno, no toda, pero en eso estamos, ¿qué nos falta?
No estaba muy convencido.
—Si tú lo dices...
—Claro, ¿qué podría pasar? ¿Qué el gobierno nos reprima más de lo que lo ha hecho? No, imposible. Se echaría al pueblo en contra. El gobierno tiene miedo. Acuérdate de eso.
Cómo me acordaría de eso después…
El camión seguía indiferente a nosotros, hacia su ruta.

15 de agosto de 1968
Querida jefa:

Ya no pude hablarte y por eso te escribo, además, es más barato. Total.
¿Te acuerdas de todas las veces que me dijiste que ya era hora que me formalizara y que tomara la vida de manera seria? ¿Te acuerdas que yo te contesté cada una de esas veces que cuando llegara el momento yo te lo haría saber?
No, jefa, no me estoy poniendo serio, lo que pasa es que nosotros todos nos estamos poniendo serios. Verás pues, ya somos parte de un organismo de verdad.
El Consejo Nacional de Huelga. CNH para abreviar. No te adelantes, no queremos la Huelga de la Universidad. Y sí queremos seguir estudiando y trabajando para hacer de este México un México mejor.
Pero eso será cuando solucionemos los problemas. Y ahora tenemos muchos. México nos necesita. Y no es melodrama, conste. Lo que pasa es que CNH es un nombre con fuerza. Nada de medias tintas. Es un nombre heavy if you know what I mean.
Pues ya estamos estructurados. No, no lo estábamos, hasta ahora.
Ya creamos treinta y siete comités, en un momento determinado hemos creado comisiones, grupos y demás. Eso te debería hablar de nuestro compromiso hacia nuestro objetivo. Sí, creo que estamos en el camino correcto.
Donde no avanzamos es con el gobierno. El regente, Nuestro general Corona del Rosal, se niega a recibirnos. Creo que es porque de hacerlo se quemaría con sus jefes. Tú ya sabes cuáles son, ¿eh? También se niega a recibir nuestras peticiones.
Lo que pasa es que tienen miedo y no lo quieren reconocer. Me imagino que están como locos tratando de detenernos, o de perdido, por saber cuál es el siguiente paso.
No sé si es verdad (todos hablan de eso), pero el otro día Alex y yo lo estábamos discutiendo, pero dicen que aquí en la universidad, allá en Chapingo y allá en el Poli, hay gente que está pagada por el gobierno para estar aquí, que espía para ellos, que son los más fósiles inclusive. No que yo no supiera eso, sino que la discusión se centró más bien en «cuántos», es decir, cuál era la cantidad de fósiles mantenidos por el gobierno aquí…
No sé si yo soy un ingenuo «desingenuizándose» al decirte eso pero lo que sí sé es que el gobierno ignora cómo hacerle.
Nosotros queremos algo, ellos lo saben. Pero no saben cómo lo queremos conseguir. No saben a quién seguir de nosotros. Sí tenemos líderes, y por lo mismo que tenemos muchos es, por así decir, muy difícil coparlos a todos.
No, yo no soy líder, no por ahora. Yo sigo siendo apolítico. Pero estoy con los chavos y lo que representan y estoy consciente de que se quiere lo justo. Lo del pliego es justo, ya te lo comenté en la otra carta.
¿Que qué es lo que buscamos, me preguntas? Justicia, simplemente.
¿Cómo? No sé pero lo que me han platicado es que todo lo que se vaya a hacer será realizado de manera «pacífica». Me refiero a la estrategia en general, claro. Pero recuerda que «pacificidad» (la palabra creo que la inventé hace un segundo) no es lo mismo que «pasividad». Me imagino que es lo que queremos todos los del movimiento. Tú sabes, ese tipo de palabras ahora tan de moda.
Conciencia. Democracia. Libertad.
¿No es lo que quería Gandhi y Luther King?
Ya sé que los mataron. Eso fue triste.
No importa, por ahora somos muchos. No soy líder pero por ahí andamos.
Por cierto, que volvimos a hacer otra manifestación. Esta fue de doscientos mil personas, el pasado trece de agosto.
Por lo pronto ya no va a haber exámenes en el Poli. Por otro lado, otra novedad es que ya estamos pidiendo el debate público. Sólo al gobierno se le ocurriría manejar estos asuntos en privado. En secreto.
Pero algunos dudan que ellos quieran un debate público. No están acostumbrados a este tipo de hacer política. No es disculpa, para nada. Se debieron abrir desde hace más de cuarenta años. A fin de cuantas es otra manera de dominar un país. Haciendo lo importante a escondidas. Pero ya empezamos a cambiar eso. Si les ganamos ésta, por supuesto.
Seguimos esperando.
Te saludan todos por aquí. Alex espera que estés bien.

Jefa, hoy estoy muy cansado y no pondré muchas posdatas. Te escribo después, Bye.

te quiere,
Emilio.

OKEY.
PD. Casa bien. Yo bien. Vecinos bien. Ciudad bien. Hablo o escribo. Lo que sea más barato. Bien. Bien. Bye.HAy dsd

PPDD cansado
cansado
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Estabamos de pie esperando el semáforo. Eso de viajar en camión a veces era desesperante.
Pensando en lo que había dicho mi amigo, yo sólo recordaba aquella frase que me tocó leer por ahí: «Supervivencia. No hay más». Eso es lo que contaba. La supervivencia. Le dije:
—¿Tú crees, Emilio, que amenazamos la sobrevivencia del gobierno?
Él se quedó pensando un rato antes de contestarme:
—Por el momento no, pero tal vez después… —la cara de Emilio se iluminó, radiante, disfrutando el momento—: pero, respecto al CNH, hazme caso, está bien como dijo Marcelino, la primera reunión fue un desmadre. Nadie entendía nada. Nadie se ponía de acuerdo. Imagínate que en una sociedad tan dispersa y tan distinta...
Hizo una pausa.
—Todos nos entendemos a un nivel común, básico. Es cierto que hay muchas corrientes y que, a fin de cuentas, cada quién quiere llevar agua pa' su molino, pero, está bien. Estoy contento. Y le hubiéramos seguido, pero andamos tensos, acuérdate de cuando supimos del bazukazo a la puerta de San Ildefonso.
Yo volví al ataque.
—Eso es lo que me preocupa, Emilio. Un bazukazo a una puerta de cuatrocientos años. Esos sardos no tienen la menor idea de qué están haciendo. Son como robots que actúan con órdenes…
Emilio nada más me veía. Me quedé pensativo por un segundo y continué:
—O a lo mejor es al revés, son demasiado inteligentes y nos están mandando señales: «no continúen muchachos, se pondrá mala onda...».
—Alex...
—A lo mejor deberíamos ser más cuidadosos...
—Alex...
—...una cosa es que hagamos valer nuestros derechos justos y darles en la madre a los corruptos y a aquellos animales que están en la policía, pero, ¿y el ejército…? ¿Qué dices?
—Te pasas de prudente. Que no te oigan los compañeros, Alex, porque te dirán desde derrotista hasta... no sé... otras cosas…
—Lo que yo digo, Emilio, es que hay que tener cuidado. Nada más eso. No nos vayamos a poner con locos…
—Más locos que con los que tratamos ahora, no, no creo…
—Por otra parte, ¿quién escogió a los de la Asamblea?
—Eso fue asunto de cada escuela. Cada una escogió a tres representantes.
—¿Y la gente de abajo, tuvo voto?
—Realmente no lo sé, supongo que sí. Ya me cansé… préstame tú periódico a ver si trae algo interesante. De perdis, ¿no?
Así lo hice.
Me puse a ver las caras de la gente que nos rodeaban en el camión. Allá adelante había una señora con un niño en brazos, como de clase media. Eso era porque si fuera de la alta viajaría en su propio auto y hasta con chofer. A dos asientos de ella estaba otro estudiante que seguramente iba para Ciudad Universitaria. Me preguntaba si éste también había votado para elegir a su representante frente al CNH. Posiblemente era de Filosofía, o de Leyes, o de Ingeniería. Después de un momento pensé que podría ser de cualquier lado, pero de que era estudiante, lo era.
Volteando hacia atrás, de reojo, vi a dos chavas, como de diecinueve o dieciocho años. Sonreían y platicaban. Me preguntaba, ¿qué podría ser lo que les hacía reír? Ese era otro rollo, otro misterio de la existencia que se planteaba: el porqué las cosas de la vida son como son.
Ya íbamos llegando a la universidad. Nos bajamos a la altura del Estadio Olímpico 68 que ya iba a ser sede de la apertura de las Olimpiadas. Emilio seguía con el semblante optimista, con la cara risueña. Yo, por el contrario, opté por poner cara neutra. Seguía a mi amigo como lo había hecho desde que lo conocí. Sabía qué Emilio era irreflexivo pero no tonto. Él sabría cuándo bajarse también si la situación se pusiera realmente difícil.
—Puesto que ya llegamos, vamos a buscar a la Aurora, me dijo que estaría en uno de los estacionamientos.


Estuvimos esperando en la entrada de la cafetería un rato hasta que llegó Aurora, con su característico morral. Hoy andaba vestida de blusa azul y pantalones de mezclilla.
«Su cara es divina» pensé, mientras la comparaba a otras chavas que pasaban al lado de nosotros.
Pelo negro lacio natural, ojos grandes, boca mediana, hoyuelo en el mentón, buena figura. Comprendí entonces que estaba prendado de ella desde que la conocí, hacía relativamente poco tiempo. Para mí un compromiso era difícil, todavía más en época de escuela y, sobre todo, yo no tenía coche.
Emilio siempre me decía que yo me fijaba en las mujeres de una manera exagerada. Siempre tenía otro modo de pensar respecto a las mujeres. Según él, había de dos clases: las que caían al principio, y las que caían al final. Todo era cuestión de dedicación, trabajo, atención y... algo más.
Ese algo más, pensaba yo, era lo innombrable, lo incomprensible… y desde mi punto de vista, lo inalcanzable. Como en The Knack, según había visto en esa película inglesa, con nombre intraducible, Emilio poseía ese curioso sentido de navegación dentro del mundo femenino que, sin ser él abiertamente favorecido por los estándares de belleza masculina, hacía que gozara de más favores que yo, y que muchos, entre las mujeres.
Pero ahí estaba Aurora.
Nos sentamos en una mesa desocupada. Después de saludar comenzó a quejarse:
—Pues aquí, batallando con la gente...
—¿Por qué?
—N'ombre, no me hacen caso estos hombres, les digo una cosa y ellos hacen otra. Les paso el material para filmar y les digo cómo quiero que se haga y ellos, como si nada… ya me estoy hartando de que no me pongan atención.
—¿A cuánta gente manejas? —Pregunté yo.
—A cuatro grupitos de los semestres inferiores, a los chavitos, más que nada. A lo mejor es eso lo que me pasa... estoy metiendo chavos muy pequeños. Y ellos no saben nada de lo que son responsabilidades, caramba, que si se les dice que filmen en una parte, lo hagan, que si se les dice que usen ese material, lo usen, tan sencillo como que sigan instrucciones y ¿qué pasa? Nada de nada, que ni filman en el lugar que se les dijo y ellos que usan el otro material, el caro, y pa´cabarla si ya hicieron un mínimo interesante, caso raro, nada tampoco, que lo echan a perder a la hora de editarlo, ¿tú crees? Ya lo dije: me tienen fastidiada.
—Pero así es al principio, ¿no? —Dije, tímidamente.
Ella me hizo un gesto de asentimiento casi inadvertido.
—Es que ellos no saben, creen que porque están en el CUEC ya lo saben todo, y que sólo porque han visto neorrealismo italiano y expresionismo alemán ya eso los capacita para andar filmando en lugares reales con gente real.
—Pues qué onda, ¿no? —Sólo eso alcanzó a decir Emilio.
—Y todavía falta lo peor.
Ella insistía en ver solo a mi amigo.
—¿…Y qué es?
—Que no me dijeron que estaba muy difícil que me siguieran dejando filmar las asambleas del CNH. Les dije que ahí estaba la onda, que ahí estaba lo bueno, lo sabroso… Pero, bueno, ellos me dijeron que en las demás asambleas no habría problema para ir a sacar material, y ahí ya pues, algo es algo…
Aurora sacó unos cigarrillos, le ofreció a Emilio y luego a mí. Emilio se negó y yo también, pero eso hizo que me sintiera secretamente aliviado porque de perdido ella me tomaba en cuenta para fumar. Aurora procedió a encenderlo y a exhalar su humo.
Mi entusiasmo decayó sobremanera cuando sonó una voz ronca de detrás:
—Aurora, ¿cómo estás? —Era un cuate flaco, moreno, con lentes, vestido de mezclilla, con bigote y gran melena, que ni nos peló— ¿Puedes venir tantito?
Aurora dijo sonriendo:
—Espérenme un ratito, ¿sí? Y mientras pueden ordenarme un café, ándenle, ¿sí?
Aurora salió de la cafetería acompañando al tipo.
Yo pregunté, señalando al tipo con la cara:
—Y ese güey, ¿quién es?
—Ah, ese, nadie en especial, un pez, creo.
—¿Un pez?
—Sí, un pez, un pescadito, del PECE, PC, partido comunista. Rojillo, pues.
—¿Y ese qué onda?
—No sé. Ha de ser amigo de Aurora…
Emilio seguía comportándose como despreocupado, con esa imagen de no darle importancia más que a un sólo detalle a la vez. Yo seguía con el tema sin dejarlo ir.
—¿Cuantos tipos de comunistas hay aquí?
—¿Aquí en CU?
—Bueno, aquí en CU, en el Poli, en Chapingo, en el movimiento en general...
Se sentó en una escalera. La gente seguía pasando hacia sus múltiples ocupaciones. Empezó a hablar:
—Bueno, deja veo, pues tenemos aquí a los comunistas, pero como así los conocen a todos, como que eso les molesta, pero más que nada porque los meten en la misma denominación con todos los demás grupillos y esos los encabrona. Tenemos también a los troskistas, allá están los espartaquistas, por otro lado a los demócratas cristianos, y allá al fondo los maoístas. Todos apoyan a Castro, por supuesto a Vietnam, y al Che…
—De todo, entonces. Siempre había sabido que aquí en la universidad había muchos priístas y comunistas, pero no creía que había tantos sabores de estos últimos.
—Sí, pero eso es pura conveniencia y pantalla. Por ejemplo, ahí están los que se dicen priístas. Yo acabo de leer algo al respecto: presuntamente todo aquél que entra en la universidad y que ingresa por ejemplo en Ciencias Políticas o en la Facultad de Derecho, también llega con la idea de que ahí es precisamente de donde salen los presidentes, o a la inversa, que al menos todos los estudiantes en esas facultades ya son presidentes en potencia…
—¿De la universidad se van al PRI? ¿Así, directamente?
—¿Pues adónde vas que te quieran más? Mira, Alex, estos chavos cuando entran traen ideas muy revolucionarias, muy de izquierda: adoran al Che, adoran a Fidel (al Castro, al Velázquez lo ignoran, por supuesto), tienen ideas de reformas, tienen idea de cambiar las cosas, se aprenden todas las corrientes políticas y filosofías exóticas y raras habidas y por haber, y, al final, nada de nada, se meten en política, se integran al gobierno y se hacen burócratas respetables.
Emilio sonreía de manera sarcástica.
Yo escuchaba a mi amigo con cierta incredulidad. Por momentos, mi respeto y admiración por él crecieron. La dilucidación y explicación de Emilio de la situación me apantallaba tanto, que me creaba nuevas líneas de pensamiento. Hasta entonces estaba convencido de que los comunismos, troskismos y demás ismos eran ideas que llegabas a adquirir después de madurar una idea política básica. Es decir, al revés. Me sentí mal. Me sentí ingenuo. Una vez más.
Vinieron a pedir la orden y así lo hicimos. Pregunté:
—¿Y tú, Emilio? ¿Eres de esas denominaciones?
—Lo que se necesite... o lo que haga falta. O tal vez no…
Me miró a los ojos. Me vino a la cabeza, cómo de repente durante la vida cotidiana nunca hablábamos de asuntos importantes. Volví a cambiar el tema:
—¿Qué vamos a hacer cuando venga Aurora?
—Lo que ella diga. Ya oíste, ella controla los materiales y las cámaras. Me imagino que volveremos a pedirle que nos tome en cuenta para el siguiente rol y de ahí vemos a ver qué sigue…
—¿Y qué es lo que sigue?
—Parece que vienen varias manifestaciones. Y a como he escuchado, vienen impresionantes. Bueno, comparadas con las manifestaciones grandes. Algunos dicen que van a ser más de doscientos mil personas o más. Yo no creo que sean tantos pero quién sabe. La idea con Aurora es que acompañemos a algunos contingentes y filmemos a la gente y a las calles. Tú sabes, las calles son la clave. Siempre las calles.
—Igual que en mayo pasado en Francia. Ya habíamos hablado de eso...
—Mmm, no, no creo que esto sea exactamente igual. Ya leí cómo estuvo aquello. Allá fue un mes y si creo que entendí, todo empezó porque balacearon a un lidercillo en Alemania, Danny no sé qué, le decían el Rojo… De ahí hicieron unas manifestaciones que fueron reprimidas fuertemente por el gobierno francés. Después de ahí me perdí, ¿por qué el conflicto llegó a Francia si aquel bato era alemán? Lo que sí es que todo lo importante pasó en Francia. Bueno, luego se hizo un relajo y un desmadre en grande. Barricadas, ladrillos, enfrentamientos con la policía, manifestaciones, paros, la toma de la Sorbona, ¿te imaginas? Ahí oí primero aquella excelente frase de «¡Prohibido Prohibir!» Y también la otra: «¡La Imaginación al Poder!», que ahora parece que están usando muchos. Las van a chotear. Perderán el sentido original.
Emilio pareció saborear las frases, luego saboreó el café y continuó:
—Pero, hasta donde yo sé, ahí está De Gaulle todavía y su gobierno parece estar muy firme. No, esto aquí en México, va a ser distinto. La clave va a ser convencer a la gente, porque si no la convences no vas a triunfar. Eso es lo difícil. Vamos a verlo. No tenemos mucha opción. Pero, eso sí, somos optimistas. ¿Qué si no…?
Aurora volvió en ese momento.
—¿Qué onda? ¿Me tardé mucho?
—No, para nada. Nada más el café, de hecho ahí traen lo demás que pedimos.
La platica derivó hacia los tipos de equipos, de iluminación, de cámaras y de tipos de películas. Yo no intervine mucho. Primero porque no me pedían mi opinión y después, porque pensaba en mi presente.
En mi presente y en mi futuro.

26 de agosto de 1968

Querida Jefa:

La vez pasada se me olvidó comentar que hicimos otra manifestación en la que también juntamos doscientas mil personas una tras otra caminando con el mismo pensamiento.
Puedo imaginarte preguntando que conseguimos con todo esto de las marchas, manifestaciones, pintas, etc.,
No negarás que prácticamente casi no hay manera de disentir en este país. ¿De qué sirve estar en la prensa? Se me ocurre una metáfora interesante (eso tú lo dirás): ¿de qué sirve estar en la oposición o en cualquier instancia opositora, si jugamos con las reglas del gobierno (un niñito grandote), jugamos en su cancha y con su pelota?
No sé si entiendas la metáfora pero piensa en lo que pasa cuando este niñote se propone estar siempre jugando. El día que se le antoje nos quita la pelota y hasta nos expulsa del campo.
Imagínate la manera. La que quieras.
Así es la situación: El gobierno es el niño, la Constitución es la pelota, el país es la cancha. Claro que el gobierno necesita contrincantes para las apariencias, tú sabes, y hasta ahora él, o los compra, o usa a sus amiguitos o simplemente juega solo.
Entonces, ¿qué sucede cuando llegan jugadores nuevos al campo? O más bien, ¿qué pasa cuando llegan jugadores que el niñote ni se imaginaba que tuvieran los tamaños suficientes para jugar?
Creéme, pasará cualquier situación lo intensamente interesante desde cualquier punto de vista. A lo mejor hasta le quitamos la Pelota, y, quién sabe, hasta la Cancha.
Pero no te preocupes, al marchar o manifestar en su contra le estamos diciendo al gobierno que no estamos de acuerdo con él, y eso ya es un pequeño triunfo. Le viene a demostrar que no todo es perfecto y que hay muchas manchas en este régimen.
Y que conste que no queremos una revolución. Una revolución casi seguramente involucra sangre y no es eso lo que queremos. Nos conformamos con cualquier cosa, siempre y cuando esa «cualquier cosa» sea libertad.
Y al gobierno al parecer no le está gustando.
Por ejemplo, si la prensa escrita o la televisión no se abren, tenemos que buscar el modo para que la gente se entere.
Tenemos dos maneras de hacerlo.
Una, las brigadas de acción y la otra, los mítines relámpago.
Los brigadistas son aquellos compañeros que se lanzan a las calles ya sea para colocar propaganda, a recoger dinero para la causa, a entregar volantes, inclusive tengo noticias de gentes que se avientan a hacer representaciones como si fueran dramas o teatro.
El objetivo es claro, ¿no? Tenemos que enterar a la población de nuestra posición discutiéndola en la calle y proponiendo a la gente a pensar o, ya de perdido, a cuestionarse.
Por el otro lado, tenemos a los mítines relámpago, estos son un poquito diferentes. Ahí lo que se necesita es gente que se anime a hablar y a gritar. Claro, no puede ir cualquiera, uno se expone a mucho, a que te griten, te apedreen; lo peor, a que te cuestionen y que no sepas; y lo peor, a que te lleven los polis o los granaderos.

Pero por algo son llamados «relámpagos». Éstos deben ser pero que muy rápido, vas a un lugar como a un mercado o a la entrada de un cine, hasta dentro de un camión, y órale, se empieza a hablar mientras los compañeros reparten la propaganda. Esto debe ser rápido te digo, pues verás, a los mismos agentes del deber mencionados atrás no les gusta mucho.
Pues esos son los riesgos de la profesión.
Bueno, noticias no hay muchas... la Cámara de Diputados nos sigue sin hacer caso, como si nadie les hablara. ¿No debería haber un diálogo entre ellos y nosotros? Nosotros los elegimos, bueno, supuestamente.
Me acaban de enterar que la cifra de presos políticos es ya de ciento veintidós y eso salió en el periódico. No, yo no creo que me vaya a tocar a mí. Pero quién sabe. Sabes que no me gusta exponerme demasiado.
Bueno, pues el gobierno niega la existencia de éstos, me imagino que dice que si hay presos recientes es porque son del fuero común. He sabido que aprehenden al compañero en cuestión ya sea por entregar propaganda, o por andar pintando o ya sea por defenderse de un ataque de un granadero y ¡zas! la poli que lo agarra y que lo lleva a una delegación y le entrampa con dos o tres delitos, incluido el de «obstrucción a las vías federales» o una tontería de esas.
Todo es por ideas, insisto. Las ideas son más peligrosas de lo que nadie se imagina.
Ahí está todo. Una idea genera una reacción en la mente receptora. Una idea genera una respuesta positiva o negativa, a favor o en contra.
El gobierno quiere suprimir las ideas que no le favorezcan. Y creéme que está poniendo mucho empeño en hacerlo. Para eso están los mencionados artículos de disolución social. ¿Qué o cómo se come la «disolución social»? Yo lo ignoro.
Pero, y de antemano no me digas ingenuo, jefa, te conozco como eres… Pero yo quisiera vivir en un país en que no me prohiban ser como soy, que me dejen leer o escribir lo que quiero, educar a mis hijos (que los tendré, no lo dudo) de la manera que se me ocurra y, sobre todo, que mi país dé a la gente una mejor oportunidad de vida.
Quiero, además, que ese país sea en donde nací. Esto no es Cuba. Esto no es Estados Unidos de América. No busco el intermedio. Busco lo mejor para mi país. No quiero que una elite en el gobierno decida por mi país en su beneficio.
Por otro lado, el otro día tuvimos un poco de apertura televisiva. Jefa, tú no sabes ni te imaginas lo que es tener el control de la televisión.
Dicen gentes que saben de medios de comunicación que la tele no ha tenido la importancia debida, pero que en un futuro próximo podría ser la manera de controlar a un pueblo, si ese pueblo lo permitiera. Lo bueno es que en este país hay muchos lectores de libros y periódicos.
Pero habrá que tener cuidado.
Tarde que temprano se tendría que abrir, la presión de los acontecimientos ya era mucha.
Además, el gobierno se da cuenta del tamaño de los eventos que están sucediendo y que ha aceptado el diálogo. No sé si en sus condiciones o en las nuestras, pero no creas que estamos pidiendo demasiado.
La palabra clave es «PÚBLICO». Todo debe ser transparente, a la vista al portador. A la vista de todos los involucrados y en este caso es el pueblo mismo. Ustedes allá, nosotros aquí, todos.
Para acabar, ¿te acuerdas del monumento a Miguel Alemán, el dinamitado, allá en Ciudad Universitaria? Ahí mismo hubo un festival cultural organizado por nosotros.
Ese festival salió de resultas de la muy mencionada Olimpiada cultural. Quiero que sepas que aquí se dice que esa «monada» está costando mucha, pero mucha lana.
El objetivo de ésta es «ofrecer un marco para la cultura en medio de un espíritu de paz y bla, bla, bla» y el caso es que huele a gobierno subido.
Imagínate que a nuestro festival hasta vino José Luis Cuevas y gente de ese calibre.
Bueno, hoy sigue siendo lunes 26 de agosto y se preparan grandes sorpresas para esta semana. Como dicen por ahí «seguiremos informando...»
como siempre los quiere y extraña

Emilio
PD. Casa sigue bien. Yo sigo bien. Vecinos siguen bien. Ciudad más o menos bien. Hablo o escribo. Lo que sea más barato. Bien. Bien. Adiós.

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